La mayoría de los europeos que decidieron vivir un intercambio lingüístico en Reino Unido antes de los 90 cuentan auténticas historias de terror: comidas indigestas y de pésima calidad servidas en habitaciones separadas del resto de la familia, dormitorios helados y sin calefacción, incomunicación… Afortunadamente, los tiempos cambian. A día de hoy, las estancias con familias en el extranjero son experiencias deliciosas, en las que el hogar de acogida tratan de ofrecer lo mejor de sí a su huésped.